A este poema -que cuenta ya con una edad considerable-, debería precederle la pregunta que me hice muchas veces: ¿por qué he escrito esto? Algo me sonríe por dentro. Conozco la respuesta pero no quiero verla.
Sigo
esperando tu rostro, tu piel de hombre,
y la
lluvia recorriendo mi costado
me
deja un inútil sabor amargo
un
sabor amarillento de otoño,
cuando
precisamente el otoño
parpadea
la tristeza.
Tanta
espera.
Podría
decir que estoy cansada,
que
he recorrido los mapas y los siglos muchas veces,
que
me he sentido naufragar en la distancia,
pero
algo me sigue llevando a tu sonido,
a ese
beso que, sin darnos, se quedó olvidado en los rosales,
a esa
risa que se hundía por la mía
y me
respiraba el alma
produciendo
un aleteo de cosquillas.
¿Dónde estarás? ¿Hacia
adónde irán tus ojos?
No.
No te creas que me importa.
Apenas
nada importa ya después del tiempo, del lugar,
de la
estrategia inquietante de esta espera.
Soy
de ti. Soy de tu espera y te seguiré esperando,
a
pesar de esta batalla en la que van envejeciendo
roca,
mar, silencio, esfera.
En
esta maraña que el tiempo traza,
aparentemente
sin sentido, soy de ti,
viva
o muerta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario