Otra vez se me escapó tu sombra,
otra vez se desgastaba tu imagen por mi mente
y las paredes blancas,
y en la ventana, noche,
y en los tejados aquella niebla desvaída y pálida.
Otra vez sentí tu olvido como un sopor oscuro
paralizando el alma,
y entre mis manos lacias, la quietud,
y en el reloj silencio,
y mis ojos sin poder recordar tu rostro,
sin saber cómo desnudarse a la inocencia de las lágrimas.
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