Imagen tomada de la Red de la diosa Isthar |
Astarté,
he aprendido a relamer tu nombre,
nombre ácido de sal y silencio.
Astarté confundida en las sombras
se desnuda al calor de la hembra
y se hace insumisa, rebelde,
guerrera,
sin dejar de sentirse mujer
ni un solo instante.
Astarté,
la que ama lo quieto y callado
para luego, un ratito después,
empujar con sus invisibles alas al viento.
Astarté,
la que no mira hacia atrás
porque se sabe inmortal
como el fuego que abrasa
el amor de un recuerdo,
ella sola,
-como tú, como yo-,
mujer que atraviesa la noche
por un llanto de niño pequeño,
y renace al amor como nadie
prendida del hombre, la flor,
o las luces que los ojos no ven
pero encienden los sueños.
Olga Becerra
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