Polvo serán, mas polvo enamorado
Francisco de Quevedo
y de letra infierno en la comisura de unos labios viento,
que evaporan y recitan mis poemas con la sed de ti.
En esta sed, en la que escupo para adentro,
para no entregarte estas palabras que tanto duelen.
Mi muerte se hará la dueña de tu aparente olvido,
falseado en alguna protagonista extravagante y bella,
de esas por las que viajas entre libros ya descatalogados
y entre las novelas tristes en que confundes tu memoria,
para no reconocerte en el contigo y para siempre
que a los dos nos atrapa en una sola mirada
y que a los dos nos enmudece.
Mi muerte, al menos para ti,
en el presagio, en el nudo,
en el tañido de unos dientes afilados,
que te morderán mientras me conviertes
en la eterna presencia ausente,
y en el clamor que espera
y en la verdad que muerde.
Mi muerte, para ti, el caudal de un llanto,
ahogado con disimulada calma, hasta que pueda significarse,
como una metáfora, en emociones fuertes,
que te van a traicionar cuando te hagan ver,
de una vez por todas,
que también me quieres.
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