Imagen tomada de la Red |
Me pediste una carta. Aquí la tienes.
En mis más extrañas señas de identidad,
podrás morderme.
Ahí precisamente.
Detrás de mis poemas, en la segunda historia
que sólo conoces tú.
Que nos oscurece.
La segunda voz me aguarda.
Acaso y ocaso suenan de forma parecida.
Y a veces llegan a ser una misma cosa.
Para que te duermas y que no te duela, volverás a mí.
Como yo regreso.
Vuelvo.
Vuelo.
Victoriosa y dulce a ser tu diosa.
Desde mis palabras,
cuando tú te asomas,
llega la vida
y late, cuando tú me nombras.
Provócame sonrisas como nadie más ya sabe hacerme.
Nunca se hará tarde para ti y para mí.
Nunca será nunca en esta segunda historia.
Las primeras notas donde brota el aire en la palabra escrita.
Las segundas voces van en mi mirada
Tú te hiciste mío y yo me hice tuya
por mucho que hayas vuelto a blasfemar mi nombre.
Es una blasfemia que se parte en dos,
que nos unifica y nos pertenece.
Y me llamarás amor porque ya lo hiciste aquella vez,
que se hizo siempre.
Me pediste una carta.
Aquí la tienes.
Sólo espero que te tomes un tiempo
y después,
contestes.
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