que es como
lo estoy viviendo.
Estás en mis
cuadernos,
mientras yo
me paseo en el margen de tus libros.
La hojarasca
triste cruje bajo mis pies,
como yo,
cuando me pisotean los recuerdos de tu ausencia.
Luna blanca,
mares hondos,
hierbas frescas,
tuve mundos
diferentes donde elegir,
pero me
quedé enganchada
en cada uno
de los pronombres
tras los que
te escondía en todos mis poemas.
Llega la
tarde,
como la vida
misma
el sol se rompe.
Había puesto
mariposas en mis pies
pero no las
vi hasta que arrojé bien lejos mis zapatos.
Sólo
entonces supe,
que podía alzar
mi vuelo tras ellas.
Después de
todo, el señor de lo oscuro
no era
Satán,
era mi propio
ego, dando trompicones por la vida,
siempre
pegado a las mismas suelas.
Todo va
bien, me digo
hasta que
vuelvo a pensarte y mi pensamiento
ya se sabe
tuyo, sin pronunciarte nunca.
Escribo. Y
te pienso.
Garabateo y
te siento.
Creo que hoy
aprendí que en la palabra amor
hay mucho
más consuelo que en un abrazo desgastado.
“… debí haberme abierto camino hacia ti
hace mucho tiempo”
… sin duda
alguna, leer a Whitman, antes de dormir
siempre le
devuelve la locura a mis mejores sueños.
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