domingo, 17 de junio de 2018

ASPERGER

Ahora más que nunca siento
que mi vida es como un mantel sin iniciales.
Me quedé fuera de las celebraciones,
porque tú quisiste o porque yo quise.

Qué más da.
No importa si alguien no entiende
que el amor de verdad se vive siempre así,
en el día a día,
cálido,
sencillo,
sin angustia alguna o sobresaltos.
Para sentirlo grande, no hace falta
publicarlo en las redes sociales,
ni pegar carteles en los semáforos.
Se vive sin más
y casi sin notarlo,
se respira como la luz de un oxígeno invisible.

Pero a veces, duele tanto
y tanto duele,
esta maldita indiferencia...
Y me pregunto:
¿Quién quiere arriesgarse a buscar lo que ya tiene?
Y me pregunto:
¿Hasta cuándo este espejismo
que me devuelve tu apatía por respuesta?

¿Cuántas veces mi pensamiento,
me miente
para no alborotarte?

Pero ya estoy más que harta, amor.

Lleva el viento un aullido
que me estalla desde muy adentro.

Pero me dicen que, si tú me das la mano,
amor,
te lo llevarás todo muy lejos.

Me siento emocional.
Te siento, cargado de razones.
Y es entonces, cuando nos vuelven a crecer
las aduanas, las fronteras.
Y es entonces, cuando ninguno de los dos
se atreve a mostrarse como es
y se nos va el trino de las aves
que llevamos dentro.

Improvisa.
Improvisa, amor,
(aunque sé que tu no puedes),
eso, al menos, nos hará buenos actores.

Escucharé una y otra vez
tu bendita inteligencia.
Y si yo prefiero ser sólo un corazón,
me beberás con sed, como un salvaje,
o me dejarás sola,
para que recapacite.

Pero siempre viene después este vacío,
el exilio inconfundible
y un silencio hondo y terrible por respuesta.
Y esta tremenda soledad
que me dice que no hay nada.
Que no somos
que no fuimos
ni seremos 
que el amor de verdad es otra cosa.

No.
No importa.
Abandóname una vez más
en tu rutina fría y triste.

Me romperé contra ti, sin más remedio.

Como un mar verde,
el pasto en la colina,
la copa del árbol
y el confín de tu memoria.
Primavera alegre,
la que en mi corazón vuelve a cantar.
Después de todo,
todo es mentira.

Déjame un poco en paz.
Quiero estar en paz, ya para siempre.

No necesito estar de nuevo sola
para volver a ser yo.
Pero esta vez ya no me importa demasiado
tu abandono.

No quiero que palpiten nunca más
tus rutinas matemáticas
en la llama de un candil
que se me antoja oxidado y feo.
No quiero ser querida así.
Abandonada en las palabras y en el lecho.

No quiero.
Nunca más.

No quiero que aparezcan nunca más
tus heridas viejas por mi pecho,
Viejas heridas
cantando la ronca canción
de la venganza huraña.

Y me sangran las preguntas otra vez.
Pero ahora dónde estás.
Dime dónde estás, amor,
amor incondicional,
para sanarlas.

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