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Me amabas por aquel tiempo
como sólo saben amar los niños tristes.
No soy producto de mi época.
Pegué un mirlo blanco en la pantalla del móvil.
Nunca tuve deportivas
y sólo me gusta el fútbol para reír mientras discuto
con algún enaltecido.
Y a pesar de todo, tu me amabas
y no te importó que mi poesía discurriera
por aquellas pasarelas desgastadas,
que no llegaron nunca a estar de moda.
Ahora no te necesito más.
Pero puedo decir en un susurro
cuánto te estoy amando.
Tal vez vendrás calado de años,
bajo la tormenta de ese verano
en que te soñé mostrándome tu mar,
mientras yo me entregaba
a los azules horizontes
de aquella -más que inmensa- calma.
Un poco más de luz, en tu camisa blanca
un poco más de luz en la historia
que pintaban sosegadas tus palabras.
Un poco más de luz
en el sueño de tu Mediterráneo limpio
y lleno de amor en las casitas con flores
que vestían las terrazas.
Aún resuena en mí,
la serena claridad de tu mirada amplia.
Y ya ves que por aquel entonces,
nunca sospeché
que ya habías comenzado a amarme
como sólo saben amar
los niños tristes.
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