Si ya
no soy capaz de despertar en ti el deseo o la ternura;
si ya
no soy capaz de hacer que tu mirada se ilumine en mi presencia;
si ya
no soy capaz de hacer que encuentres en mí la ansiedad de los misterios,
no te
pediré que te quedes, no, esbozaré un adiós sencillo y cálido.
Y, si
por casualidad, la emoción se me escapa
y una
lágrima recorre la palidez de mis mejillas,
no te
detengas a contemplarla, ni la apartes de mi piel
fingiendo
un amor que ya no sientes.
Vete
pronto, que si tengo que llorar,
será
en la penumbra, a solas,
con
tu nombre esparcido entre mis labios
y el
dolor de aquellos besos en mi boca.
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