Reflexión: El mundo de la creatividad te da sorpresas.
Cuando empecé el poema, quise comparar la imagen del telar que se desteje con el paso inexorable del tiempo. Después, todo ha ido por derroteros diferentes. Me he dejado llevar por un impulso y ha terminado surgiendo esto que hoy os muestro.
He tenido pesadillas, sí. Pero ésta en concreto, no.
De un telar que se desteje veo la imagen
y sus hilos van cayendo,
unos con prisa y otros muy lentamente.
En la caída, se hacen nudos
que se enredan y enmarañan.
Y mis manos no alcanzan a parar tanto destrozo.
A la vez, los variados colores que en el tapiz
lucían hermosos,
se vuelven opacos, cenicientos,
de ese tono de la tierra
cuando muere agonizante de sequía.
Y no hay nada que me ayude a detener ese proceso.
Impotencia.
Estupor.
Todo palpita.
Y no sé si son tambores o es mi propio corazón.
Presiento que hay peligro.
Quiero huir pero las hebras cobran vida
y me enganchan y me atrapan
y me cubren por completo.
No veo nada.
Estoy sola.
Hace frío.
El latido ha crecido por momentos.
Quiero gritar.
Pero lo poco que queda de mi voz
es devorado por una especie de vacío.
Todo es silencio.
Me falta el aire.
No puedo respirar.
Ya ni lo intento.
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