Podré
sentir desolación
y
tal vez, la distancia y el dolor
han
posado entre nosotras, demasiadas veces, sus fuertes latigazos.
Pero
pienso en ti
y
te conviertes en un dulce cosquilleo como de lluvia fina
y
te veo en la mujer coqueta
en
tu andar esbelto, caminando como una geisha,
casi,
casi, de puntillas…
y
te veo en el llanto, en el suspiro o en la voz
que sale envolviendo cada paso en mi niñez
y
que todo lo ilumina.
Podré
vestir bien mis enfados disfrazándolos de olvido.
Y
este amor que parece enmudecido, aplacado
en
cada espina de la tragedia que tanto nos oprime
es
cuando más se crece,
porque
mi alma mutilada vuelve a ti
buscando
esas pinceladas de ilusión que sólo tú
supiste
darme.
Ahora
sé que tanto amor nos confundió
que
en ocasiones se reía de nosotras en la inocencia de su juego,
haciéndonos
disfrutar de ese otro papel
en
el que hacías tu de hija y yo de madre.
Pero
pienso en ti
cada
instante pienso en ti
y
te siento en la belleza, como una eterna primavera,
floreciendo
mágica e intensa en la luz de mis pupilas.
18
de abril de 2008
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