Me
metí en medio de tu soledad,
en
ese portal dislocado que hiciste una fortaleza de silencios,
y
te descubrí hijo de un extraño arquetipo de dolor
y
de batalla antigua,
que
se tatuó en las raíces ocultas de tu nombre.
Yo
profané tu templo, para llamarte musa
y
profané las variopintas ramas de
aquel lejano ensueño
cuando me quise convertir en tu estela luminosa
para
llegar a ti, a tu mismo centro.
Periplo
de amor que a nada teme.
Eres
mi viaje y a ti me entrego.
Me
dibujas en tus pupilas
y
permanezco en el sello de tus labios.
Tú
que me pronuncias en cada una de las líneas
que
ahora escribes,
te
has hecho mío,
y
te preguntas sorprendido por qué lo sé.
Hemos
llegado al mismo recóndito lugar
que
me revela sin reservas
que
me estás latiendo dentro y me das la vida,
que
te estoy latiendo fuerte y ya no puedes detenerme.
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