Apenas me quedaban fuerzas
y recosté mi pecho en la nostalgia.
Mi voz se fue debilitando poco a poco
y el corazón me pareció entonces
un triste y pequeño juguete
estropeado.
Pensé que podría contar
cuántas veces me hicieron daño,
pero preferí contar estrellas.
Después pensé que podría decir
todo lo que silencio y callo,
y seguí prefiriendo
ese otro silencio cálido de las
estrellas.
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