acaba de huir la alegría,
cuando tu alma se torna sombría,
porque se cierne en tu presente
la negra nube de algún día…
Charles
Baudelaire
I
Querido Baudelaire
si pudiera preguntarte,
no dudes que lo
haría, pero nos cayó la tarde
y la belleza hoy
estaba muerta,
no estaba en
nadie…
Dime adónde van
las almas de los perdidos,
de los niños que
no nacieron,
de los poetas
malditos.
Dime adónde van
las ocasiones huidas,
los sueños que se
esfumaron
o el vapor de sus
neblinas
Dime adónde van si
no hay infiernos, ni limbos
que acojan la pena
larga
de lo que no
tuvimos.
II
Querido
Baudelaire, cuando te hago mío
qué diferentes
suenan en el aire los suspiros,
nada es igual,
todo es tormenta.
Qué oscuridad ésta
tan profunda, negra y sombría
como las voces
impregnadas en el musgo de los muertos
y qué dolor amargo
el del caudal con las orillas rotas
que estranguló las
flores y se llevó sus almas
a un mundo
incomprensible y sin fonemas.
III
Adónde van,
adónde,
estas penas
cuajadas de soledad
y llanto sin
medida.
Cuando ya no sé si
fui feliz en algún beso
o cuando no sé si
busqué alguna verdad mirando al cielo,
me vuelvo a perder
en este bosque de versos condenados
como quien se
rompe o se desnuda en un diario.
Y quiero que me
veas sonreír, querido Baudelaire,
como sonríe tu
flor maldita,
como sonríe la luz
de la tarde con su ozono,
o como lo hace
aquel niño que nació desamparado,
aunque le sobren
juguetes y comida.
De dónde vienen,
de dónde,
estas sombras que
me envuelven
sin descanso,
que me llevan a tu
insomnio cada noche
y me muestran el
horror que hay en lo humano.
Olga Becerra
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