martes, 30 de mayo de 2017

ME POSO EN LA PALABRA URRACA



Me poso en la palabra Urraca
como un presagio de ave o como reina en libertad.
Adelgazo el horizonte hasta aplastarlo entre mis manos
y aun así, podría parecer que te he perdido.
Espejismos de hielo en el centro de esa lágrima
que tan llena está de ti y tu misterio.
Y en el corazón, hojarasca quebrada en remolinos.
Ya nada está donde solía.
Hasta las sombras de la tarde adelantan tu latido
que se convierte en nuevos ritmos.
Te contemplo lentamente y eres distinto.
Mi encuentro en el telar en que entretuve mis horas
de un sin ti
para tejerlas de incertidumbres y acertijos
en tu trasfondo de metáforas, 
                                                     se ha borrado.
El juego del que brotan tus historias te delata.
Los relojes y sus resquicios te delatan.
Escógeme como Urraca para esta magia.
No quiero que me dibujes ni una sola vez más
en la mazmorra de una espera,
porque en mi cetro sanador te has sumergido.
Reconoce que  para ti ya no es lo mismo,
aunque me hagas creer que estás más lejos
o que mi mundo de emoción se te antoja frío o distante. 
Estoy contigo.
En las hadas oscuras de la noche,
en el designio que nos cubre las espaldas con su manto,
en lo enjuto del telar que ya no existe entre nosotros,
te acercas de puntillas hasta mí,
invisible a los demás,
caballero de aventuras sin igual. 
Mi caballero. 
Estás conmigo.
Lo confieso, intenté olvidarte, 
cerrar para siempre la página maldita de este sueño
y decirte adiós en clave de silencios.
Pero mi corazón se empeñaba en señalarte, 
como una brújula y su norte
y seguí viviéndote en este código alocado
con fuerza de amor o de fatídico destino,
que a veces me confunde 
                                            o nos confunde tanto.



miércoles, 10 de mayo de 2017

AMOR PRIMERO

¿El pájaro? ¿Los pájaros?
¿Hay sólo un solo pájaro en el mundo
que vuela con mil alas, y que canta
con incontables trinos, siempre solo?
PEDRO SALINAS


No sé si me volverá a morder el color que no te entrego.
Te encontré en la estratosfera de una rosa pálida.
Corría el mes de junio en nuestras almas amapolas.
La cerezas y los besos fueron brotando poco a poco
de aquel arbolito pequeño
que había en la colina, frente a la iglesia.
Y de repente nos sumergimos en la urgencia de otras cosas.

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