martes, 30 de abril de 2013

NI UN SOLO INSTANTE

Pasó el tiempo y la luz de las estaciones
por el cuerpo indivisible del silencio
y los dejé posarse en mis párpados cerrados
Imagen de Maua Orma
para evitar mirarte frente a frente.
Pero no dejé de pensar en ti.
No. No pude dejar de pensar en ti,
ni un solo instante.
Sin que nadie lo notara, fui cubriéndote
como se cubre lo que pretende ser olvido
y llega a ser más obsesivo en la memoria.
Y por decirte adiós, te amortajé
para llorarte como al muerto que aún se ama.
Pero me traicionó el pensamiento
y en él te reías de cada insensatez
que me inventé para olvidarte.
(¿Contemplarás mi aparente indiferencia
o me responderás con aire distraído
como si nada de esto fuera contigo?) 
Te quería como amante o como amigo
como dios o como siervo,
de cerca o en un porvenir incierto,
pero te quería para mí
Imagen de Maua Orma
aunque fueras la ilusión construida
a través de cada uno de tus pequeños gestos.
Con el resto de las migajas de tu mesa
alcancé mis más hermosos paraísos
y de repente, quise hacerte ver
que prefería mecerme en mi propia mezquindad
para cruzar sola las fauces de este invierno.
Te mentí,
porque siempre estabas ahí
formando parte del susurro de mi aliento.
Y ahora eres tú el que se va
y me siento calada por esta incesante lluvia
que me descubre esa amargura intensa
en la que lloran mis propias lágrimas.
Y seguiré callando lo que de veras siento.
Y seguiré sin decirte 
que no pude dejar de pensar en ti 
ni un solo instante
y que ahora que te vas,
sé cuánto te voy a estar echando de menos.

miércoles, 24 de abril de 2013

SE ME HAN ROTO LOS ZAPATOS


Fotografía de la autora



No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre,
retomar el vuelo [...].
Mario Benedetti






Se me han roto los zapatos.
No puedo volver a caminar con ellos.
Me llena de terror salir descalza.
Sé que los guijarros aguardan 
en el centro del camino
para clavarse en las plantas de mis pies
sin compasión alguna.
¿Qué haré sin zapatos que me protejan?

Y frente a mí, como en una monótona letanía,
desfila siempre la misma queja:
Fotografía: Ester Lorente

           - ¿Por qué escondiste aquel deseo
          que convertía los guijarros del camino
          en suave y mullida hierba?-

         - Pero el deseo se durmió un buen día
        y por más que lo zarandeo,
        no consigo que despierte-.

Y ahora, con los zapatos, rotos,
la voz me tiembla
como cuando pronuncio 
la palabra incertidumbre.
Tendré que buscar en otro sueño,
en otro mar,
aunque sé lejana la arena blanca
de la blanca playa.

Buscaré tras la página que dejé sin leer
de aquella última novela,
tras el botón desabrochado de mi blusa
para decirle adiós a mis zapatos rotos.

Buscaré en el rostro inocente de un poema
o en el galope distante de una triste luna llena.

Miro al cielo. No tengo alas.
Miro mis pies desnudos, los observo detenidamente.
Mis pies me dicen que aún son fuertes
y me llevan decididos a internarme tierra adentro.

Imagen tomada de la Web


lunes, 8 de abril de 2013

NO TENÍAS RAZÓN, AMOR

No tenías razón, amor, no la tenías.
Era el miedo a sumergirte entre esas nubes
que en el azul inmenso deslizaban tu agónica partida.
Confundiste el miedo con el viento,
al que llamabas libertad, mientras huías.
Imagen de Maua Orma
Te confundías, amor, te confundías.
Luego, viajaste a las tinieblas de la noche
para llegar hasta una luna que inventabas
como a una diosa o un espejismo, 
para adorar su tez sombría.
No me veías, amor, no me veías.
Y no me quedaron lágrimas que derramar,
ni desconsuelo -aunque fuera en los reproches-,
y comprendí sencillamente que no dolías.
No me dolías, amor, no me dolías.
Y era mi voz un triste arrullo y estaba sola,
y se meció en la nostalgia de tu recuerdo,
y desgastó tu nombre, desnudo ya, en melancolía,
y te llamaba, y no venías.
No respondías, amor, y no venías.
Y ahora te extraña, cuando regresas,
que te ofrezca en esta copa de licor, mi indiferencia.
No tenías razón, amor, porque ese amor que me ofrecías, 
si no es de los dos, es de mentira.


domingo, 7 de abril de 2013

MAUA ORMA

Reflexión del día: Ella, con su manera de dibujar y pintar, me convierte en aquella niña pequeña que, aún con ganas de aprender a leer, se perdía en las ilustraciones de los cuentos más que en las palabras; o que jugaba a crear mundos en los buenos dibujos que había en algunos embalajes de juguetes. Me ha acompañado embelleciendo el blog visualmente. 
El poema de hoy es puro agradecimiento y admiración.


Ilustración de Maua Orma
Qué paseo primoroso descubrirme en tu paleta,
en los lápices oscuros, en el brillo de las tintas,
en las formas sensuales que me llevan y me traen,
y me envuelven en la piel de aquella niña.
Tú que pintas las palabras de colores
y que sabes encontrar cualquier matiz
en las risas o en el llanto de tus flores.
Tú que sabes de sus labios que enmudecen
y al amor su risa esconden
como esquirlas diminutas que germinan y engrandecen.
Y una letra se hace un mundo donde todo cobra vida,
donde hay sentido propio 
en la voz, en los sonidos esparciéndose en su brisa.
Todo luz, materia extraña,
que penetra por los poros del que mira.
Y el detalle más pequeño se transforma en universo,
en un mar, profundo y bello que me lleva a un paraíso
deslumbrando mis pupilas.

sábado, 6 de abril de 2013

QUÉ MÚSICA TIENE QUE SONAR

Imagen de www.pixabay.com

















¿Qué música tiene que sonar para que tú y yo al fin bailemos?
Ahora cuando más te niego, cuando más me alejo,
sé que tú eres mi compañero.
Y, aunque no llegues a entenderlo,
formas parte de mis más insospechados gestos.
Dejemos pasar el tiempo
para que todo parezca el desliz 
de algún capricho o de algún misterio.
Aunque tú y yo, de sobra lo sabemos,
sabemos de esta estrepitosa violencia
que nos hace beber una y otra vez
en el cáliz más brutal, más indómito y soberbio
que nos arrastra con pasión hacia el deseo.
Que nadie puede verme como tú,
con la fragilidad del cristal que cruje
y que chasca y que se rompe,
sin vuelta atrás, ya sin remedio.
Que nadie puede saber lo que aparentemente duerme
bajo otra nueva capa de mi mortal aliento;
salvo tú, que estás, como yo, en un lugar ambiguo,
en la frontera de una soga o de una espada,
que nos azota o se nos clava
a través del mismo espejo.
Y aún nos queda por descubrir 
qué música tiene que sonar
para que tú y yo, al fin, bailemos...
Podría ser una melodía antigua,
parecida a la añoranza,
la que nos hiciera compartir la misma lumbre,
la que nos abrigara luminosa beso a beso.
Aunque puede ser que se haya quedado retenida, para siempre,
donde duermen los jamases sus silencios, 
donde duermen eternamente
las canciones que nunca salieron del umbral de los ensueños.
Pero déjame que la imagine,
porque la siento viva, 
entre la humedad de mi piel y la yema cálida de tus dedos.


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