No huyo de mi mundo,
lo que sucede a veces,
es que mi mundo no está conmigo.
Sólo tú me vuelves a hacer sentir
que formo parte de la luz,
de lo bueno que hubo en mi niñez,
y del oxígeno.
Cuando no entiendo dónde estoy,
en qué límite o en qué frontera,
si eres casual, o también me observas,
me invitas a bajar de mi nube
y me enseñas el frescor que hay en la hierba.
Y cuando creo que debo romperme
un poquito más para llegar a ti,
me dices con mucha seriedad,
que me prefieres entera.
Si estoy aguardándote en el prodigio,
me pides que renuncie inmediatamente
a los telares ingratos de la espera.
Estás en mí,
como un tatuaje invisible sobre la piel
pero no sé qué ocurre hoy,
que tu caricia triste lo contamina todo.