lunes, 28 de abril de 2014

ME GUSTA LA PALABRA BESO

Hoy traigo como reflexión, cita o historia previa una jarcha mozárabe. 
Después de esta pequeña introducción que invita a soñar, la amada, escribirá al amado que le gusta la palabra beso, para animarle y para que vuelva la ilusión a sus ojos apagados y cenicientos porque echa de menos su alegría habitual.
Vaise mio corachón de mib.

¡Ya Rab!, ¿si se me tornarad?

Tan mal mio doler li-l-habib:
enfermo yed, ¿cuánd sanarad?

('Se va mi corazón de mí. /¡Ay Dios! ¿cuándo volverá?
Mi dolor por el amado es tan grande:/está enfermo, ¿cuándo sanará?')


Me gusta la palabra beso
y hacer de ella algo alegre,
disfrazarla de fiesta en el recuerdo
y buscar en la superficie de mi piel,
para ese tuyo,
la fiesta luminosa, un camino, un albergue,
la copa del árbol, la risa,
una bicicleta que descansa
en una noche estrellada de verano,
o el frescor del agua menuda
que salta con regocijo en la calmada fuente.
Me gusta la palabra beso
para vestirla y desnudarla a nuestro antojo
pero con tus labios, 
con tu aroma.
Para hacerla tuya a pesar de todo.
Para recorrerte y recorrerme.
Poco a poco.
Sin prisas.
Lentamente.

jueves, 24 de abril de 2014

VIEJOS CUADERNOS

(Hoy la reflexión y el poema van un poco más integrados. El tipo de letra que he elegido es courier porque pienso que da idea de vieja máquina de escribir. Como si por mi vida no se hubieran sucedido los años y realmente sólo pasaran esas letras impresas en los libros y escritas en mis viejos cuadernos). 

He ido llenando otros cuadernos con el caos, la indiferencia y el dolor. Había también cuentas pendientes, poemas inacabados, esbozos para cuentos, o novelas. Canciones, garabatos, dibujos, notas de conferencias, ideas, borrones, sueños, se iban sucediendo sin orden ni concierto.
Desde aquellas páginas a la deriva observaba el mundo y, sin saberlo, iba construyendo el mío, de una manera desordenada que nunca parecía tener sentido.
He derramado muchas horas sobre viejas páginas en blanco. Ellas fueron testigos de mis grandes y pequeñas heridas y de mis duelos, en los que siempre rozaba en el fondo de aquellas ciénagas, los posos salados de tremebundas e intensas lágrimas. (Siempre viví demasiado pasionalmente, me lo echaron en cara, pero lo seguí haciendo cada vez más adrede).
Números de teléfono, recordatorios de lo que había que hacer urgentemente para terminar olvidando dónde dejé el recuerdo y sumar aquellas anotaciones a los eternos asuntos pendientes con los que siempre ahuequé mi viejo almohadón de lana.
Visitas médicas, juicios y la ansiedad asomándose en el trazo de algunas de sus letras, en el miedo de un porvenir tan dudoso como incierto.
Canciones infantiles y juegos en una hoja y en la siguiente, la noche más profunda y el desamor. Así son mis cuadernos.
Bolígrafos de diferentes colores, lapiceros de punta fina bien afilada, para destruir mis fanatismos o ejerciendo de escudos protectores… Mis cuadernos. Siempre les fui fiel. A cada uno de ellos. Era como si aquella Penélope tuviera en lugar de un solo telar, muchos, donde tejer y destejer para conservar intacta la memoria de su hombre.
Me perdí en la sombra de mi particular huida y deshilaché los sentidos más profundos de cada uno de los rincones que vislumbré en la oscuridad de mi ser, sin entender demasiado lo estaba haciendo o por qué tenía que hacerlo.
Y de repente un poema, siempre por revisar, aunque para otros estuviera completo.

Vieja jungla de cuadernos viejos.
Cuadernos soñadores y viajeros
Cuadernos compañeros.
Hojas en blanco para garabatear amores,
para decir adiós, para seguir prendida
de tus besos, precisamente de esos
que nunca tuvieron fecha de nacimiento.
En vosotros fui una amazona de la música
que cabalgaba
hacia la mujer que se había desnudado en mí,
hacia la niña que conservaba intactos sus misterios.
Cuadernos de esperas contenidas y de jirones de desesperanza, 
de sexo y luz
de aciertos tontos y de serios trompicones
de ilusiones, de proyectos,
con sabores de nostalgias y de inesperados reencuentros .
Cuadernos de antifaz, de árboles y de espejos;
de escueta nota para recordar la mirada
y no perderse entre los gestos.
Cuadernos viejos amigos,
de los más feroces piratas y de aquellos soldados caballeros,
que até bien fuerte con sogas cómplices
a las que de vez en cuando, regreso.
Cuadernos para amasar recetas de cocina
o las cartas a ese autor al que tan profundamente amé,
y que nunca trascendieron.
Mis amigos leales, cuadernos-baúles,
con el aspecto sencillo, vosotros sí que supisteis guardar
mi equipaje más íntimo,
ese que vive sólo en las miradas y se transmite en silencio,
como cuando se contempla el mar
aunque el mar quede muy, muy lejos.




Así fueron los otros. Los que se quedaron atrás. Los viejos y abandonados cuadernos. No quiero engañarte, amigo mío, si te digo que creo que vas a ser uno más de tantos. Aunque si lo pienso bien, algo ha cambiado contigo. Te escogí por ser el más llamativo y estridente que había en aquella estantería. Puede que en esta ocasión tus colores me obliguen a visitarte más a menudo… Puede que contigo sepa de una vez por todas lo que es la constancia y que te termine amando de verdad. Pero déjame ser como soy... Es mejor que no te prometa nada.

martes, 15 de abril de 2014

MUJER PERFECTA EN SU BURBUJA

Vanidad. Simon Renard de Saint André
Reflexión del día: ¿Qué pasaría si al hombre imaginario del Sr. Nicanor Parra le concertásemos una cita a ciegas con esta mujer perfecta que vive en su burbuja? Me he permitido jugar... al fin y al cabo, ¿quién no ha explotado alguna vez una burbuja de plástico, de esas que sirven para proteger objetos delicados? Sí, es verdad que todos nos protegemos de alguna manera, pero puedo asegurar que personalmente jamás utilicé una burbuja para hacerlo... puede que las palabras fueran mi mejor arma y mi mejor escudo... quien las probó, lo sabe (vaya que sí).  ;)))







Bien cubierta en su burbuja,
se vistió de gala,
la mujer ideal y equilibrada
y vio que estaba muy bien
-como Dios con cada cosa creada-.
Y se sintió muy feliz,
porque nada la alteraba,
nada dañaba su casa,
nada dolía en su cuerpo 
y además,
¡todo el mundo la envidiaba!
Ni los guarros en la alberca,
ni las ranas en su charca,
podrían estar más seguros
que ella en su burbuja amada.
Qué portento, qué control:
¡esto es un mundo perfecto!

"Me paseo en mi burbuja,
que las escobas son más apropiadas
para las aprendices de bruja.
Miro el mundo desde esta distancia de redondez
perfecta y absoluta,
que me protege y aísla 
y me hace sentir requetebién,
inmejorable y astuta.
Herméticamente me encierra
porque no tiene ventanas, ni puertas
y, no hay tampoco ni cerrojos, ni compuertas,
que no quiero que entren o salgan
ni el dolor, ni la compasión
en mi burbuja de redondez de esferas
tan absoluta y perfecta".

Metidita en su burbuja
vegetó más que vivió,
pero ¡lució siempre tan equilibrada y contenta!
que nadie pudo auxiliarla
cuando le faltaba el aire
en su burbuja de redondeces perfectas.

martes, 1 de abril de 2014

COMO LOS HOMBRES, LOS VERSOS SON

Como los hombres, los versos son
largos, cortos, superficiales o profundos.
Algunos seducen y otros aman de verdad
aunque puede ser que en el fondo, todos mientan.

Hubo una vez hombres que se burlaron de la lógica,
del corazón, de los sentidos y que crecieron
como la mala hierba, sintiéndose más fuertes
zurrando a esa mujer que al principio los amaba.

Y hubo versos, crueles como esos hombres,
que empujaron a quienes más los deseaban,
al dolor de la ausencia, a la soledad más inquietante
o simplemente a la desgana.

Pero hubo también otros hombres y otros versos
que se hicieron más que grandes, humanamente inmensos.
Versos y hombres que supieron llegar a la verdad
de la emoción y de lo que nos mueve a vivir 
sin tener miedo a reconocer los sentimientos propios y ajenos.

Como estos hombres buenos, hay versos que tienen piel.
Unos y otros pretenden llegar a la esencia de algo que llaman alma,
y quieren sí, vencer al tiempo o al amor,
y alcanzar precisamente esa luz
que iluminará con sus matices el color
y los objetos que encontraremos 
en cada nuevo amanecer, en cada nueva mañana.

Al igual que los hombres viajan en un espacio y un tiempo, 
los versos buscan nuevos horizontes
a través de incomprensibles silencios 
y de melódicas e irracionales palabras.



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