jueves, 24 de abril de 2014

VIEJOS CUADERNOS

(Hoy la reflexión y el poema van un poco más integrados. El tipo de letra que he elegido es courier porque pienso que da idea de vieja máquina de escribir. Como si por mi vida no se hubieran sucedido los años y realmente sólo pasaran esas letras impresas en los libros y escritas en mis viejos cuadernos). 

He ido llenando otros cuadernos con el caos, la indiferencia y el dolor. Había también cuentas pendientes, poemas inacabados, esbozos para cuentos, o novelas. Canciones, garabatos, dibujos, notas de conferencias, ideas, borrones, sueños, se iban sucediendo sin orden ni concierto.
Desde aquellas páginas a la deriva observaba el mundo y, sin saberlo, iba construyendo el mío, de una manera desordenada que nunca parecía tener sentido.
He derramado muchas horas sobre viejas páginas en blanco. Ellas fueron testigos de mis grandes y pequeñas heridas y de mis duelos, en los que siempre rozaba en el fondo de aquellas ciénagas, los posos salados de tremebundas e intensas lágrimas. (Siempre viví demasiado pasionalmente, me lo echaron en cara, pero lo seguí haciendo cada vez más adrede).
Números de teléfono, recordatorios de lo que había que hacer urgentemente para terminar olvidando dónde dejé el recuerdo y sumar aquellas anotaciones a los eternos asuntos pendientes con los que siempre ahuequé mi viejo almohadón de lana.
Visitas médicas, juicios y la ansiedad asomándose en el trazo de algunas de sus letras, en el miedo de un porvenir tan dudoso como incierto.
Canciones infantiles y juegos en una hoja y en la siguiente, la noche más profunda y el desamor. Así son mis cuadernos.
Bolígrafos de diferentes colores, lapiceros de punta fina bien afilada, para destruir mis fanatismos o ejerciendo de escudos protectores… Mis cuadernos. Siempre les fui fiel. A cada uno de ellos. Era como si aquella Penélope tuviera en lugar de un solo telar, muchos, donde tejer y destejer para conservar intacta la memoria de su hombre.
Me perdí en la sombra de mi particular huida y deshilaché los sentidos más profundos de cada uno de los rincones que vislumbré en la oscuridad de mi ser, sin entender demasiado lo estaba haciendo o por qué tenía que hacerlo.
Y de repente un poema, siempre por revisar, aunque para otros estuviera completo.

Vieja jungla de cuadernos viejos.
Cuadernos soñadores y viajeros
Cuadernos compañeros.
Hojas en blanco para garabatear amores,
para decir adiós, para seguir prendida
de tus besos, precisamente de esos
que nunca tuvieron fecha de nacimiento.
En vosotros fui una amazona de la música
que cabalgaba
hacia la mujer que se había desnudado en mí,
hacia la niña que conservaba intactos sus misterios.
Cuadernos de esperas contenidas y de jirones de desesperanza, 
de sexo y luz
de aciertos tontos y de serios trompicones
de ilusiones, de proyectos,
con sabores de nostalgias y de inesperados reencuentros .
Cuadernos de antifaz, de árboles y de espejos;
de escueta nota para recordar la mirada
y no perderse entre los gestos.
Cuadernos viejos amigos,
de los más feroces piratas y de aquellos soldados caballeros,
que até bien fuerte con sogas cómplices
a las que de vez en cuando, regreso.
Cuadernos para amasar recetas de cocina
o las cartas a ese autor al que tan profundamente amé,
y que nunca trascendieron.
Mis amigos leales, cuadernos-baúles,
con el aspecto sencillo, vosotros sí que supisteis guardar
mi equipaje más íntimo,
ese que vive sólo en las miradas y se transmite en silencio,
como cuando se contempla el mar
aunque el mar quede muy, muy lejos.




Así fueron los otros. Los que se quedaron atrás. Los viejos y abandonados cuadernos. No quiero engañarte, amigo mío, si te digo que creo que vas a ser uno más de tantos. Aunque si lo pienso bien, algo ha cambiado contigo. Te escogí por ser el más llamativo y estridente que había en aquella estantería. Puede que en esta ocasión tus colores me obliguen a visitarte más a menudo… Puede que contigo sepa de una vez por todas lo que es la constancia y que te termine amando de verdad. Pero déjame ser como soy... Es mejor que no te prometa nada.

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