Vanidad. Simon Renard de Saint André |
Bien cubierta en su burbuja,
se vistió de gala,
la mujer ideal y equilibrada
y vio que estaba muy bien
-como Dios con cada cosa creada-.
Y se sintió muy feliz,
porque nada la alteraba,
nada dañaba su casa,
nada dolía en su cuerpo
y además,
¡todo el mundo la envidiaba!
Ni los guarros en la alberca,
ni las ranas en su charca,
podrían estar más seguros
que ella en su burbuja amada.
Qué portento, qué control:
¡esto es un mundo perfecto!
"Me paseo en mi burbuja,
que las escobas son más apropiadas
para las aprendices de bruja.
Miro el mundo desde esta distancia de redondez
perfecta y absoluta,
que me protege y aísla
y me hace sentir requetebién,
inmejorable y astuta.
Herméticamente me encierra
porque no tiene ventanas, ni puertas
y, no hay tampoco ni cerrojos, ni compuertas,
que no quiero que entren o salgan
ni el dolor, ni la compasión
en mi burbuja de redondez de esferas
tan absoluta y perfecta".
Metidita en su burbuja
vegetó más que vivió,
pero ¡lució siempre tan equilibrada y contenta!
que nadie pudo auxiliarla
cuando le faltaba el aire
en su burbuja de redondeces perfectas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario