miércoles, 16 de agosto de 2017

OTRA CITA A CIEGAS



Los símbolos volvieron a caminar descalzos y yo sin comprenderte, no supe verlos.
Atravieso tus sonidos como si fuera mi piel adolescente,
como si el sonido de tu paz, me llevara a otra paz, completamente diferente.
Por llevarme la luz y el viento todo,
fue llorado el viento y el oeste se derramaba en nuestros labios.
Por verte nacer y retenerte.
Desvanecido el grito, no hubo ya más pecado entre mis ojos,
ni hubo a quien culpar de mis olvidos.
No quise dibujarte en mis estrellas.
Campanillas, silbidos y el más lejano cantar de grillos,
guardaron mi almohada de aquellas otras lágrimas.
Quise culparte del adiós lento y pausado,
de los adioses repentidos que nos llevaron al desdén
y nunca se saciaban de nuestra extraña historia.
Pero te estaba pensando sin querer y, entonces y sólo entonces,
volaron alegres los visillos
y la verdad de cada encuentro descansaba en ellos,
con la placentera lucidez de un recién nacido.
Escucha esta vez, la vieja melodía que legaron mis ancestros, está latiendo,
como si esta vez fuera verdad
y nos dejáramos abatir en el amor de un mismo sueño.
Escucha su belleza. Nos invade lentamente.
Las horas van cayendo desnudas
sobre la colorida alfombra
y tu retrato, ahora más feliz y más ufano
se desliza sobre mí, hasta llegar a aferrarse a mi cintura.
Debe ser así.
Me calientas la sangre al temblor de un susurro leve
y todo comienza a vivir en nuestro mundo somnoliento.
Antes de arroparme de nuevo en tus palabras,
me pregunto el porqué tu amor siempre se abre paso, a través de ellas,
entre mis miedos más profundos, entre mis más profundas sombras...


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