VI
No fue un beso
de viento a viento sólo. Fue el amor
en el telar oscuro de los sueños.
"El libro de las horas"
José María Franco Pérez
Qué espero de ti, que no respondes
o, si lo haces, es como una leve señal o una adivinanza.
Mis ojos cuartean lo que queda de horizonte.
Como otras veces, me quedé sin lágrimas.
La serenidad que desprenden mis palabras,
no tiene nada que ver
con el dolor que gimen mis silencios.
Y tú no estás y, si estás, no te veo.
Pero libro en tu ausencia mis batallas,
batallas que pierdo siempre en el mismo lugar,
al pie del mismo árbol
en el que vuelvo a dudar si me dijiste adiós.
Qué más da si fue al amparo de su sombra legendaria,
de sus hojas frescas y abundantes,
o de las líneas de bruma de aquel último ejemplar
que escribimos juntos.
Que más da si fue al abrigo de una carta de correo postal
o con los ciento cuarenta caracteres del Twitter,
o si te cobijaste tras la oscuridad de una llamada telefónica.
Tú me dijiste adiós
y fue como si me llevaras cabizbajo hacia un hueco o un vacío
en el que yo me puse a tejer desde la nada,
el desamparo.
Y mi propio desamparo se enredó
hasta hacerse un nudo entre mis manos.
Volví a observar como pasaba el hilo en cada vuelta,
y como quema mis manos.
No puedo sujetarla.
Salió rodando, varias veces la madeja.
Qué más da.
Había vuelto a ser Penélope
una y otra vez para esperarte.
Pero la espera empezó a ahogarme demasiado
y cuando me di cuenta, dejó de ser mi esencia.
Entonces supe que ya no quedaban Ulises que esperar
y se transformó mi mundo por completo.