lunes, 3 de junio de 2013

MANANTIAL

Imagen tomada de www.escapadarural.com



Reflexión: Se abre un nuevo día y con él, llegan sobrados motivos para dar gracias a la vida. Sólo hay que pararse un poco a contemplar esas pequeñas cosas. Puede que no las veamos a la primera porque estamos acostumbrados a ellas. Pero esto es como dicen los gallegos de las meigas ('brujas'): "haberlas, haylas".


Era un levantar el vuelo luminoso
que hay en mi alma
y descubrir de nuevo que había un hueco
que vibraba desmedido en la plegaria.
Tras la noche oscura,
tras la ceguera de tanto duelo
al que ya no le quedaba ni una lágrima,
tú me miraste
para entregarme ese deseo de vivir que me faltaba.

No me ofreciste garantías,
ni un caminar sereno
con los pies descalzos de la desnuda playa:
no había senderos, ni veredas ya trazadas,
sólo distancia y horizonte,
para fundirme en el latir descompasado de tus albas.

Aún no sabía que tu infinito mar,
por mí velaba.

Y sin promesas de futuro, ni el cobijo de una casa
yo quise verte a escondidas,
y en este amor prohibido, tú te acercabas sigiloso
y era tu amor, el amor que se abre sin pudores al deseo,
que no sabes el cómo ni el porqué, pero te atrapa
y te hace sentir en plenitud una libertad
que, hasta entonces, vivía agazapada.

No fue fácil nuestro encuentro,
y no quería despegarme de la pereza que se siente
para escapar de aquel dolor que no cesaba,
porque sentir mis manos atadas por la herida
era la única pasión que amamantaba.

Te paraste ante mi puerta y la abriste con firmeza
y la luz se fue colando por todos los rincones,
qué diferente es el azul cuando dejamos que se asome
y que inunde con sus tintes las miradas.

No me venciste a la primera
ni me dejé vencer por tu insistencia:
eran mucho más vehementes mis anhelos de escucharme en el quejido,
al amparo de esa niebla que te cubre en sus espinas, cuando te abraza.

Tu voz me llama
y tu voz me suaviza y aligera
y se me hace piel,
una piel que vibra
     y late
  y se estremece
en la caricia y el calor que hay en la amada.

La luna llega cabalgando sin respiro,
ahora tú y yo traspasaremos inquietantes sus fronteras,
para asomarnos juntos en ese hermoso manantial 
donde nacen abiertos y sin miedo ya a la vida, 
los sonidos silenciosos de un poema.


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