viernes, 13 de enero de 2017

17 DE ENERO


 A mi hermana Yolanda
Prefiero pronunciar hierro, desliz o carcajada
antes que pronunciarte a ti,
cuando en ti se me remueven las venganzas y las sangres.
El tiempo me transforma poco a poco,
pero tú te has quedado en estatua de sal,
mi querida indómita y salvaje.
No hay vuelo, ni regresarán para nosotras dos
nunca más las aves.
Nada queda del dolor  y, la ira se aplacó
cuando me hice con tu adiós,
un auténtico y especial juego de naipes.
Te dejé ir. 
Aunque si aparece la niebla del recuerdo, 
no consigue hacerte gris
ni amarillearte en los papeles.
Eso sí, enmudeció mi voz
de aquellos cantos juveniles.
Las guitarras ya no suenan.
Relegadas a un rincón, algo hizo
que ante mis ojos, desaparecieran.
Se quedaron atrás aquellas noches, 
en las que entre lágrimas contaba diez,
para zambullirme por los tiempos de la infancia.
En el invierno de ayer, cuando cada 17 de enero
sólo era el día de san Antón
y, todavía para mí, no significaba nada.


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