jueves, 5 de enero de 2017

LA NOCHE SIN VERBOS

Fotografías tomadas de "El País"

Para mí, sin ninguna duda, la noche de las maravillas, la más mágica de cada año. La noche sin verbos. 
La música y el color de los viejos duendes. Todos en la calle, en la algarabía, en la cabalgata. Guantes, bufandas y gorros de lana entre alientos humeantes y de fondo, en la piel, ilusión y frío. La noche del juego, de los villancicos y de los mejores deseos. 
Y en las luces, más luces y en los niños más niñez que nunca. De vez en cuando, los caramelos en el suelo y en las manos nerviosas, un ¡mío! repentino y triunfante. Instantáneas las risas de envidia y el olvido de la breve lucha, en un después fulgurante. ¡Aquí! ¡A mí! Numerosos gritos de atención de los más grandes o de los más pequeños. Una carroza y después la otra.
Prodigiosa noche de proyectiles tan dulces como extraños.
Así, cada uno con el suyo, saludos, aplausos y peticiones. ¡Los Reyes! El viejo Melchor, el de barbas blancas, el guapo Gaspar y el negrito Baltasar... Todos, hermosos y todos muy solemnes.
Después, al final, las barredoras municipales y un asfalto muy diferente al de antes del cortejo real, con tantos confetis y envolturas de caramelos.
Y por fin en casa. Allí los zapatos vacíos, más acá, el heno, la paja para los camellos. Un vaso de leche en la entrada, para los pajes y duendes y ¿para los Reyes? Para ellos, este año, en la mesa del salón, una botella de cava bien fresquito y tres copas. 
La sonrisa del padre en la cara y en la de la madre, una alegre complicidad, y un tierno silencio. ¡A la cama! ¡A la cama! Hoy, todos de acuerdo.
¡La noche de la estrella más alta y más grande! Y su magia en las cintas, los colores del papel y en la suavidad de cada paso, del más leve movimiento. El prodigioso acierto del juguete nuevo. Los Reyes. Sus huellas en cada recuerdo. Sus rastros, en los sueños profundos del niño. Los sueños de los porqués sin respuesta con sabores a turrón de chocolate y a mantecados de Estepa. 
Para mí, la gran noche. La noche de la infancia toda, incluso la del viejo cansado o la de la adolescente altiva. Glorioso ruiseñor el de las profundas sombras de esta noche. En su melodía, el jolgorio y la sorpresa, ajenas por completo de las maldades del mundo y amigas de la más pura y fantástica inocencia.

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