viernes, 14 de abril de 2017

SIN NOMBRARLA



Nota previa: Este poema es fruto de una propuesta de mi hermano Rubén. Él me pidió que hablara de la ... sin nombrarla. Es lo que he hecho. Confieso que cinco o seis años después de plantearme el reto. Se admiten sugerencias...













A él

Tú me sueñas,
como si fuera la diosa de tu Olimpo roto
y me observas impasible, resquebrajado,
desde esa espera que sólo le pertenece al héroe o al guerrero,
en la más que medida distancia de estos umbrales
retorcidos, irretornables,
que no nos tiemblan en las dudas
y se parecen a la palabra esquivo.
No sabemos ninguno de los dos
si al cobijo de los pétalos
o donde me nacen las espinas más hirientes,
pero tú me sueñas,
por fin, ya totalmente descohibido,
en lo más fugaz de cada uno de tus gestos.
Tú me sueñas para despertarme de mi olvido
y me zarandeas desde la mirada
mientras crees que me obligas a caminar
en las ascuas más ardientes que me conducen a tu abismo.
Y yo, simulo estar muy lejos,
construyéndote de fulgor y sabiéndote de espejismo
mientras derramo lágrimas de mentira y sal
para conjurar tu nombre. 
Tu nombre despedazado de silencios en mis labios.
Mis labios prendidos de carmín e indiferencia.
Mis labios, como luces de neón,
para ti, siempre encendidos y callados.

Secuencia extraña en la que, al final,
nos consumimos los dos en la calma y la tempestad
de este juego de códigos secretos,
que se siguen escondiendo en lo febril, como en lo efímero,
para terminar reconociendo que éste pudo ser 
un gran poema de amor,
pero preferí dejarlo bajo la sombra alocada de lo nuestro.

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