lunes, 19 de junio de 2017

FEMINISMO ATROZ

Imagen tomada de la Web

Podría llamarte amor,
aunque fueras sólo el vínculo
y me ataras a ti con la desidia,
pero soy yo la que decide
estar ligada a ti 
o a lo que me desgasta inexorable en esta espera.
Serán los siglos los que cambien los conceptos,
los que brillen de verdad
sin hacerse más los sordos,
y se conviertan en el eco liberador 
de mis protestas.
A ellos les fue dado y no a ti
el cambiar los ojos de tu tozuda indiferencia
a la que tantas veces, por llamarla amor,
la cubriste de violencia.
Podría llamarte amor, 
pasión, 
obsesión 
o dependencia,
pero cuando quiero que cambies
y te obligo a mirarme en mi despojo de emociones,
sé que dependo de ti
más de la cuenta
y que no se puede hablar de amor
desde los claveles rotos.
Te despojo de toda culpa
cuando pinto de nuevo mis mejillas
como una nueva aurora
que se levanta en cada despertar
y puede parecerte igual,
pero a ella no le afecta.
Te despojo del poder
que me hizo ante ti asumirme como víctima.
Aún queda la magia que se eleva
entre mis senos y mi pubis
latiendo con fervor hacia la vida,
y queda el complejo laberinto 
de un pronombre personal
que celebro en este yo, en este mí
de la falda o el pantalón
en el que me siento en plenitud,
porque soy más femenina.
Éste es mi feminismo atroz,
en el que me queda lo que siempre ha sido mío,
y lo que puedo aún descubrir
sin escenas y sin gritos,
y sin odios, ni rencores,
lo que ya ni te pido, ni te doy, 
lo que nunca reivindico,
porque tú y yo por fin nos entendemos
y los dos hemos llegado a la misma conclusión,
que en mi naturaleza y en mi voz
está el magnífico prodigio 
de un paisaje de música febril,
que no te entrego.


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