sábado, 8 de julio de 2017

MI POEMA EN PROSA




Regreso a casa con ganas de llorar. 
Demasiadas horas en el mundo, me resquebrajan la coraza. 
Me siento vulnerada y vulnerable. 
Necesito liberarme de ruidos y de olores, que no me pertenecen. 
Amar mi confusión es terminar dando zarpazos.
Un ejercicio que tengo que repetir demasiado a menudo.  
El 251 llega un poco tarde hoy. Pero recupera el ritmo.
La misma bronca de cada mañana en el mismo lugar,
bocinazo y nunca se oye ni un solo grito. 
Pero se crispan los nervios del conductor
cada vez que tiene que entrar en esa maldita rotonda
que probablemente diseñó alguien que nunca volvería a pasar por allí.
Llego al puente a las 7:53.
Hago trasbordo a las 8:07 y mi destino se divisa a las 8:57.
El autobús da tumbos, como un borracho triste, en lo rústico de la cuneta.
Un ritual.
Cada mañana.
Como el verso en prosa que me piensa.
Mi charla con el conductor durante el último tramo del trayecto.
Calles, carreteras, se suceden.
Las horas. Las paradas. Los viajeros.
Las colinas que cambian su color
y la rutina como única y auténtica compañera 
en este viaje, en el viaje de vuelta,
en el cansancio que termino adormeciendo en un recuerdo,
cuando regreso a ti,
cuando me siento renovada y cae mi noche rendida entre tus brazos.

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