lunes, 29 de julio de 2013

SE MARCHITÓ LA ROSA

Reflexión: En clave amorosa, el poema que traigo hoy es en realidad una meditación sobre aquello que en un momento dado nos subyuga, pero por excesivo razonamiento, afán de coherencia o de cordura, dejamos escapar. 
Las ocasiones, las oportunidades que nos atraen puede que una vez que se hayan ido, no vuelvan nunca. Lamentarse por ello no sirve de nada.






Se marchitó la rosa que contemplabas
y con la puesta de sol llegó la noche.
Era la ciudad del silencio.
Los borrachos y las últimas putas
se habían marchado
como en una película antigua de blanco y negro,
fundidos la niebla y los neones.
Los restos de la noche te rompieron por dentro
esparciendo las cenizas y el desorden
en el caudal visible ya de tus arrugas.

Vida, dónde estás, adónde fuiste
por qué me la quitaste también a ella
y me dejaste en la boca sólo
un ingrato sabor de melancolía.

Se cruzó contigo un instante breve
y quisiste amarla.
Cuánto brillo y qué dulzor en su sonrisa
se quedaron anudados al final en tu cordura.
Cordura de soga fuerte y de mordaza
de cascabel que te avisa
dando paso a los silencios, 
a las palabras que quisiste decir
cuando ya había pasado demasiado tiempo.

Y la dejaste partir sin saber cómo,
sin dejarle hacerse un hueco en tus recuerdos.

Pero ahora asoma frágil,
no puedes dejar de pensar en ella, en su sonrisa,
mientras la piel se te derrama y se hace añicos
de tristezas contenidas.

¿Por qué no corriste hacia su encuentro
si en cada una de las otras, estaba ella?

Se marchitó la rosa 
y en la penumbra de los besos que no diste,
quedaron intactas las espinas.

Sólo sabes que ella te miró,
que tú cuando quisiste amarla ya la amabas 
y lo negaste
mientras usabas un herido corazón
y deambulabas por ese rumbo inteligente y bien trazado
que nunca te llevaría a ninguna parte.




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