jueves, 12 de septiembre de 2013

BLASFEMIA

La Gioconca de Leonardo da Vinci

A veces me quedo mascando una blasfemia.
Se revuelve entre mis dientes
y levanta el fondo de mi estómago
y amenaza con convertirse en lágrima
en rabia, en grito... qué sé yo..., en golpe,
porque ella me zarandea bien por dentro.
Pero yo me mantengo firme y la sujeto
y creo que llega a desgarrarse ella sola
peleando por salir de entre mis dientes.
La blasfemia sigue ahí,
con brío, pasión y fuerza
pegándome en el paladar,
queriendo salir al aire
y dando manotazos para liberarse.
De sobra sé que nadie puede verla 
y menos que nadie, tú,
que la has hecho brotar repentina
entre mis fauces.
Por eso procuro mantenerla inmóvil
sin que se escape ni una leve sombra 
por la amargura de mi boca.
Aprieto fuerte los dientes... 
et le voilà, le prodige...
Mis dientes blasfemos y apretados
lo han vuelto a conseguir,
se han transformado en la frívola sonrisa
que enmascara todo el daño que me hiciste.

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