jueves, 8 de mayo de 2014

MICROCUENTOS A LA CARTA

Reflexión: 
A veces nos preguntamos demasiados porrrr-queeeés. ¿A veces? Sí. Y casi siempre es mejor no intentar contestar a ninguno de ellos. Puede ser peor.
He seleccionado microcuentos que escribí para Twitter. Algunos transformados, otros tal cual y puestos en forma de carta de restaurante. Quizá porque cada uno de ellos de por sí es un plato único que hay que saborear despacio... ¿A que suena a advertencia? Probablemente lo sea. Quiero decir que leer muchos microcuentos, haikus o poemas a la vez, puede producir ciertos grados de acidez, indigestión o pesadez anímica... Poco a poco. Con calma. Dejando que cada uno nos impregne de su universo, será la mejor manera de acercarnos a ellos. 
Eso sí, dejaremos la carta de vinos para otra ocasión.
Como en los restaurantes, podéis hacer comentarios: "Existen hojas de reclamación a disposición de nuestros clientes"... Que disfrutéis de estos micromundos, elaborados con paciencia y cariño.

"Esto es amor, quien lo probó, lo sabe"
LOPE DE VEGA


Entrantes:

Un microcuento tiene algo de poema. Agrieta el lugar de la herida o lleva a la esperanza. Se abre en el lector y germina de maneras diferentes.

El cuento de pastas duras y ajadas del abuelo. Lo buscó. No sabía donde estaba. Se sentó y sonrió. En su lugar había aparecido un recuerdo que iba tomando forma difusa, como de ternura.

Otro cuento. Leído, escrito o imaginado poco importaba entonces. Estaba ahí frente a ella. Descarado le ofrecía un camino diferente. Llovía.


Primeros a elegir:

Hay tardes que parecen alargarse, que se cobijan en la piel, que hacen que te salgan escamas. Normalmente vienen con la lluvia intensa. Y la musa sin aparecer... 

Ella dijo: "Me gusta escribir sobre el satinado, en el reverso de las hojas muertas de los calendarios". En los ojos de él reinaba la indiferencia.

Como único sonido el batir de las olas. Una brisa ligera y fresca fue silenciándolo todo, mientras abría las almas a los sentimientos, como un poema.

Se pasaría el resto de la tarde mirando el mar, con una manta sobre los hombros. Pero el mar quedaba demasiado lejos, casi tanto como algunos sueños.

Él dijo: Una vez estuve en ese sueño. Yo supe de ti, una vez que parece quedar muy lejos. Ella contestó: ¿Estás borracho? 

Y llegaron las doce de la noche y las teclas del ordenador se convirtieron en cepos comededos #historiasparanodormircapítulo1


El plato fuerte:

Ocurrió a las 12,30. Lo de las teclas comededos se hizo realidad ¡Aaaaggggg mis dedos!-gritó ella mientras comprobaba con terror que el sonido no se propagaba por el aire  #historiasparanodormircapítulo2

¡He escrito más de mil páginas en tres meses! -exclamó él. Qué no me lo cuente, que no -pensó ella y él comenzó a leer.

Leyó cada uno de sus twetts una y otra vez mientras miraba su foto y entonces lo supo, supo que se había enamorado.

Un patinete tirado al borde de la carretera le habló sin palabras del accidente y de quién había perdido la vida en él.

¿Quién se está mirando en mis aguas? La laguna envolvió el cuerpo del curioso muchacho y nunca más se supo de él.

Al mirarse en sus ojos, supo del amor no correspondido y del adiós. Con quince años, su alma se volvió vieja de repente.

Tuvo un sueño profundo del que no quería despertar. Era la princesa en aquel nudo raro pero el nudo se deshizo suavemente.

A los ojos de todo el mundo eran dos terribles monstruos. Para ella fueron siempre cachorros indefensos. No se equivocó.

Día de domingo y yo más cabreada que una mona. Odio al mundo. Borraría mi sonrisa de cada una de mis fotos. Qué asco.


Las recomendaciones del chef:

Venía hacia nosotros con aire de fiesta, alegre y trotón. Lo hemos podido esquivar. Pobre perro, hoy será carne muerta en la carretera. El conductor del autobús tuvo la imagen del perro presente durante una semana y después, nada.

Consiguió tener las barbas más largas que nadie tuvo en aquella lejana región. Pero ser el primero nunca consiguió satisfacer su poderosa ambición.

Ideaba a sus personajes y los empezaba a amar intensamente. Nunca pudo terminar una novela porque no supo ser para ellos un creador implacable.

Ella volvía a brotar una y otra vez, auténtica e indómita, hija de las emociones. ¿Qué estaría pensando aquella mujer que contemplaba extasiada el inmenso campo de amapolas?


El postre especial de la casa

Tarta de san Marcos y té a la canela. ¿Se puede pedir más para el final de una tarde de domingo? Compañía -pensó- y lloró desconsoladamente.





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