tan sólo tú.
Pero este dolor
seco me mece, me sacude y me desciende
tan borracha como
estoy de penas.
Si un recuerdo me
sostiene, es tu recuerdo.
Si la paz ha
dejado de comprenderme
es porque se quedó
quebrada por algún recodo de tus labios.
Luz y cuerpo,
carne y hueso
que me rompen
desde fuera a las entrañas.
Tú te esfuerzas
por olvidarme,
también te duelo,
pero ese empeño de
tu mente resulta inútil
porque vuelve a
ser de noche
y, en la sombra de
la noche, te clarean mis recuerdos
y los escasos
restos de nuestras almas se reclaman
confundiendo la
plenitud de tu nombre y de mi nombre.
Nos volveremos a
encontrar
como dos aislados
náufragos,
siendo cuatro
manos derramadas
en esta búsqueda frenética,
incesante,
entre la multitud de los distintos
cuerpos.
Nos volveremos a encontrar
y, a pesar de las
heridas,
amasaremos
implorantes hasta los cartílagos y los tuétanos.
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