lunes, 23 de noviembre de 2015

UNA RATA NEGRA

En esta frente, Dios, en esta frente
hubo un clamor de carne rumorosa
y aquí, en esta oquedad, se abrió la rosa
de una fugaz mejilla adolescente.
RAFAEL MORALES

Ha penetrado una rata negra en mi pensamiento.
Se ha colado, tal vez, por una rendija.
La quiero cazar.
Ella no se deja.
Se esconde.
Sale y la veo saltar cuando menos espero.
Siempre está royendo lo mejor que tengo.
Y no sé qué hacer.
Me amarga la vida.
Roe que te roe se ha comido gran parte de la fe
que tenía en mí misma
y creo que se ha pegado más de un festín
con mi autoestima.
Tengo una rata negra.
Con su hocico afilado gobierna mi vida.
Una rata negra que caga y vomita en mis intenciones.
Yo voy tras de ella y es escurridiza.
A veces se vuelve hacia mí.
Y me asusta.
Y me grita.
Me hace sentir siempre muy cansada.
Saber que está ahí, cuando barro sus pelos,
me quita las fuerzas y me paraliza.
Le he puesto trampas.
Le he puesto un cepo tras otro.
He llorado mucho mientras ella se reía.
Hoy hago algo muy distinto.
Hoy no quiero hacerle caso.
Hoy abro las puertas.
Abro las ventanas.
Puedo ver el sol.
El aire en su danza, las nubes agita.
Me siento feliz. Estoy muy contenta.
De repente observo. No espero respuesta.
La rata no está. No hay rastro de ella.
(¡¿Adónde habrá ido?!)
Por casualidad,
escucho decir que esta rata negra
no puede vivir si no la alimentas.
                                                                         Olga Becerra
Imagen tomada de la Web

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