viernes, 2 de noviembre de 2012

ESE DOLOR

Es mi homenaje para las muchachas que murieron ayer en el Madrid Arena.
Una de ellas, Catia, era compañera de canto de mi hija.
No tuve el valor de ir al tanatorio. Pero sí lo tengo para pedir a la Administración, desde este pequeño espacio, que no mire para otro lado, que se aclaren los hechos y se busquen responsabilidades.
Las familias necesitan saber la verdad. Si hay culpables (que los hay): que paguen por lo que han hecho.


El dolor por la muerte de un ser querido
se te engancha en las entrañas
y tira de ti
y respiras en él
y a él te entregas.
Es un dolor que ensombrece la mirada
que te atraviesa la piel
que se abre paso por la carne
y llega al alma.
Y cuando llega allí, cuando llega al alma,
se sacude y te envenena
con un frío y unas sombras que no entiendes.
Sin refugio, sin abrigo
vas caminando por él hacia la ira,
hacia las lágrimas.
Ese dolor de la ausencia, del vacío,
es el estallar de un zarpazo,
es el saber que produce esa herida
cuya sangre no se ve,
pero sabemos de su silencio que cruje,
nos anula y nos desgarra.


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