sábado, 3 de noviembre de 2012

TORMENTA

Diferentes acontecimientos de la última semana, me han hecho recuperar un poema que nunca me gustó demasiado. Hoy lo he revisado para retocar parte de su forma y darle matices al contenido. Este es el resultado que, no sé por qué, me sigue irritando bastante. Así que no os extrañe si lo sigo corrigiendo sobre la marcha.

No vengo a despertar la voz de tu conciencia,
con levantar la mía ya tengo suficiente.
No vengo a salvarte de un mundo gris e indiferente,
busco mis propios colores
y, a decir verdad, pocas veces los encuentro.
No vengo a decirte que creas en algo
o que tengas la llama de una ilusión siempre encendida
porque yo misma, a veces, desfallezco
y saco la sonrisa de este cieno
en el que, aún sin quererlo, me veo metida.
Si canto al amor, es al amor que siento
y si canto a la rabia es porque la rabia me sale a borbotones.
Tal vez porque el poeta sólo tiene palabras y corazón,
un corazón triste y solitario
que le hace meter la pata demasiadas veces.
Todos los humanos tenemos una flor, llámala vida,
que nos ofrece siempre aromas diferentes,
que nos atraviesa sin piedad con cada una de sus amargas espinas.
Y todos tememos que se desate la tormenta,
la tuya puede ser Dios,
un recuerdo obsesivo,
una oportunidad truncada,
o puede que se llame amor
-ese amor que no supiste dar o recoger a tiempo-,                                
un deseo insatisfecho o... 
simplemente es el complejo que te anula o que te aísla
que se hace de escara siempre abierta en la memoria.
Pero tal vez, tu tormenta sea de deseos que abandonaste
en aquel pequeño escondrijo que no quisiste volver a mirar
como si así no existieran.
 (La burbuja protectora,
te envenenaba de falsas nubes de algodón
que mullías tembloroso desde tus propias mentiras).
Pero la tormenta está ahí, y no sabes ni cuándo, ni cómo
de repente, se desata y en todo tu ser se reactiva.
Y su regreso es voraz, 
se acelera hasta dejarte de esparto,
seco de lágrimas y ahogándote en tu propio aliento.
Y sólo aciertas a ver que, con el paso de los años,
esa tormenta es más diabólica, 
es más cruel porque conoce tus entresijos,
para hacerse mucho, mucho más dañina.

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