Niebla,
una
niebla redonda y gris
y el
zumbido insospechado de la duda.
Un
momento de nostalgia
y tu
rostro se me borra,
como
el vaho va borrando la ilusión de los espejos.
pero
quiero creer que sigues aquí, tan a mi lado,
que
un estremecedor escalofrío de ternura
recorre
bruscamente los paisajes de mi espalda.
Sí.
Quiero creer y, sin embargo,
tu
silueta se me ha convertido en una extraña
a la
que apenas reconozco.
Niebla,
niebla, niebla.
Una
niebla poderosa va ocultándome la fe por los reencuentros.
En
las tardes alargadas por la espera
ya he
tejido con tu ausencia, para el alma,
una
oscura soledad y una tristeza silenciosa y sin contornos;
ya he
tejido con el tiempo, para mis ojos,
un
desdén inmaculado hacia las lágrimas.
Todo
lo que deseo es poderte ver entre mis sueños,
pero
simplemente encuentro niebla,
una
niebla redonda y gris
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