Yo
fui tocada por una luz que no deslumbra
que
se queda agazapada en los resquicios de un recuerdo,
en
las esquirlas de la nieve, en lo pequeño,
en
el dolor que me aprisiona, me desvela
y
que me traza todo un mundo de penurias.
Yo
me bañé en aquellas aguas
que
a los ojos del profano parecían siempre turbias
y
maquillé mis labios con el jugo de un infierno
que
contagió mi voz con el eco de aquella luna fría y seca.
Y
fue mi voz como la voz de algún poeta
y
se alzaba entre extrañas soledades
que
compartí sin miedo ya
con
las diosas y las siervas.
Yo
fui tocada por la muerte repentina
mientras
la vida se empeñaba en mantenerme siempre viva,
me
fabriqué un escudo al que llamé frivolidad
para
arroparme de cuchilladas que me estallan y me rompen
en
el cítrico dulzor de aquellos nombres.
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