martes, 11 de septiembre de 2012

EL POETA

Fotografía de la autora

A mi padre 

Es huérfano de amor hasta en los huesos
y es niebla en sus razones más profundas,
ficticio, se columpia sin careta
y lleva el desafío en sus caricias
que siempre se desatan sin clemencia.
No busca caridad ni la amamanta
y, aun siendo todo un sabio en infortunios,
es necio, es insolente y nunca juzga,
tan sólo es la invención de una plegaria,
una plegaria vieja como el mundo
y arcaica como el sol del mediodía.
La duda y el infierno en una mano,
y en la otra, la imagen de un absurdo paraíso
que pierde casi siempre en la partida
o esconde sin saberlo entre sus poros.
El pálpito infeliz de su mirada
alcanza plenitud en el vacío
palpando la imposible paradoja:
la vida, la muerte y los delirios;
la fiebre del amor y sus reversos.
Y es carro del exilio, es abandono
del sueño que persigue y nunca obtuvo.
Y es noche, soledad, pánico y sombras,
juguete de pasión y de tormentas,
anónimo desdén de cuanto es oro
henchido en su perfil de vanagloria
Confunde tanto piel como tristeza
y así su desaliño es pura magia,
que arranca perversiones e inocencias
en todo cuanto rozan sus palabras.
Y cree ser soñador con mala suerte,
filósofo indomable, adolescente,
o un pobre charlatán que a todas horas
derrama sangre y canas en su intento
de ver llegar la luz de tanta espera.
Su vértigo es imposible de saciar
pues tiene un hambre pertinaz de Dios,
y es Dios quien se le escapa en los murmullos
que invoca desde el mar de su desdicha
pletórico de amor mal entendido.
Y es Dios la frustración de su garganta,
el eco que trasciende en los fonemas
que roba sin piedad de cada alma.

2 comentarios:

  1. Se nota que estás pensando en Domingo, tu padre, por el estilo clásico que le has dado al poema. Ese "hambre pertinaz" de Dios lo entiendo como ese ansia de sabiduría, que para muchos es lo que representa la divinidad.

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