viernes, 7 de septiembre de 2012

YOLANDA


Yolanda y Andrés:
A pesar del tiempo y del dolor, 
día a día, seguís conmigo.

Decirte que te amé sería poco, y maldigo a la muerte, al asesino
como maldigo este dolor que se arrastra por mi aliento, me oprime los susurros
y se me extiende por el alma como si fuera un torrente desbordándose
hasta dejarme hecha de lodo.
Y quisiera recurrir a tus recuerdos, a tus bailes, a tus risas, al cobijo de tu canto,
al consejo de la amiga, al secreto compartido y a la piel que amamantabas siendo vida
y quisiera descubrirte tras el auricular de un teléfono que permanece mudo
o en esta casa que sin ti, sin las blancas flores de tu almendro que hiciste mías,
se ha vuelto de repente hueca, oscura,
como hecha con zarpazos de violencia en la rutina.
Quisiera recitar tu nombre eternamente como lo hace Pablo Milanés,
pero tu nombre –que debiera iluminarme con ternura-
se me hace de jirones en lo más hondo de la sangre de esta herida,
y esta hambruna incontrolable de tu ser que ya no existe,
golpetea sin cesar en mi despecho.
Pero mi amor aún vive en los pronombres donde habitas ya intangible
y quisiera decirte cuanto amor me cabe dentro
pero decirte que te amé y que lo seguiré haciendo sin medida
sería tanto como no decir apenas nada,
como quedarme en este exilio para siempre, coja de palabras.

Olga Becerra




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