domingo, 23 de septiembre de 2012

LA JUVENTUD PERDIDA (a mi amigo Rubén)


Llamé al dolor de la esperanza una y otra vez,
como quien dice el nombre de un mar en el desierto,
y busqué la flor seca de aquel libro
y la noche del beso y del canto profano a la vida
que el azul arropaba en las tapas desgastadas de esos versos.
Pero la esperanza callaba
y el color del otoño fue vistiendo una por una todas mis palabras
con el mismo color que termina cubriendo nuestros rostros.
Y Rubén era prosa en un ordenador rutinario y triste
y Rubén era horarios,
juguetes esparcidos entre ropa y arrugas,
y una cuenta bancaria que nunca se saciaba.
¿Dónde estará la princesa?
¿Dónde, delicada y sutil, escondió su tristeza?
¿Dónde las notas de aquel ritmo infantil
que llenaba su boca?
Y Rubén se quedó para siempre atrapado,
zurciendo a la noche el amor
en la estantería del olvido.


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