lunes, 3 de septiembre de 2012

CARNE DE NIÑA

Fotografía de la autora

Imagen tomada de la Web

















Reflexión: La escribí hace tanto tiempo que podría haberla escrito esta misma tarde.
Los caprichos del tiempo son así.



Necesito escribir esta noche de tan triste aliento,
apoyarme en las musas de sonrisa loca
y jugar con muñecas,
y ser carne de niña,
y empapar con cuentos de hadas
a mi alma rota.
Necesito una mano que me brinde su afecto
y reñirle con furia al clarear de los días
pues me atrapan sus fauces, su lobuna boca,
y sus dientes careados me convierten en sierva.
Yo -por más que lo intento-,
no he podido soltarme de la herrumbre marchita
que se pega a mi isla:
me cayó sobre el cuerpo y me habita a ciegas
cuando vio que mi cuerpo
era un cuerpo de hembra.
Necesito esta noche ser perpetuo desierto,
con mis manos palpar el calor de esas notas
y anidar a escondidas
en su larga sombra.
Yo seré la verdad acunando al silencio
y, por breves segundos, yo seré vida propia
retozando intangible en este cálido esfuerzo
de irreales y mágicos, de lejanos sueños.
Y seré mente pura,
más allá de la muerte que me han puesto por meta
y seré mente pura,
mente a raudales, completa,
mente libre
libre mente, sin dueño,
mente de poeta.
Necesito esta noche un amor imposible
rondando al desvelo
y unos ojos cerrados al calor de mis besos;
yo, caricia doliente;
yo, la masa en sus dedos;
yo, viaje sin vuelta,
recostada en su cuerpo.
Necesito esta noche a los que buscando infinitos
de mi lado se fueron
y a ese Dios de mis horas pasadas,
el que vio desazón en mi llanto,
y el color de mis dudas,
y el amargo caudal de este grito que llevo
-que se vaya pronto este Dios
que me anega en su tortura salvaje
hecha de incontables, de siniestros huesos;
mientras yo, derrotada, sólo puedo sentir
un caballo a galope pateando mis sienes,
cuyos cascos sangrantes me queman por dentro-.
Necesito esta noche el olvido
y vestirme de aire, lujurioso y perverso,
para hacerme poema y perderme como frágil silueta
en el más insignificante y torpe de sus mudos fragmentos.
Olga Becerra

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