domingo, 26 de agosto de 2012

TUS LADERAS


Te amo desde el sopor hiriente de la incertidumbre,
con ese amor que sabe a poco aunque termine mareándome
porque me hace ver el abismo de la soledad humana.
Te amo desde la mujer que habita en este cuerpo
con la pasión anudada en el mismo centro de sus raíces.
Es media noche.
La noche lejana y esbozada en un suspiro.
La noche que me detiene en la confusión de los tiempos
porque ya no sé si es, fue o será, o tan sólo quiso ser
una verdad o lo que arrastra el corazón
y lo convierte en la penumbra delicada de algún sueño.
Pero la noche es tuya como yo
que sin haber querido ser de ti,
que más allá de tanta duda,
te pertenezco.
Y aunque ya conocía este dolor de tus laderas,
volví a intentarlo: caminé hacia ti desnuda, descalza,
como queriendo convertirme en la voz de tu impaciencia
sabiendo que estabas lejano, solitario, ausente,
y que tan solo eras un espejismo que se deslizaba como el agua
en la punta de mis dedos.


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